El 1 de Noviembre es el Día de
Todos los Santos. Se trata de una festividad cristiana, instituida en honor de
Todos los Santos, conocidos y desconocidos, según el papa Urbano IV para
compensar cualquier falta a las fiestas de los santos durante el año por parte
de los fieles. Por eso en países como España, de tradición católica, este día
se rememora a los difuntos y se acude a los cementerios a poner flores en las
tumbas de los seres queridos. En ciudades como Cádiz, también encontramos otras
manifestaciones alejadas de la religión. En el Mercado Central pueden visitarse
los puestos días antes en horario de tarde. Cada puesto está decorado con
frutas, animales vestidos, etc. que representan con humor alguna situación
cotidiana o reciente de la ciudad o del país. Por supuesto, no debemos
olvidarnos de la gastronomía, con dulces propios de la festividad como los
“huesos de santo”.
Adentrándonos ya en la literatura, el Romanticismo español cuenta con un
clásico indiscutible que se adentra en estas tradiciones, Don Juan Tenorio. También coincidiendo con esta fecha en casi todas
las ciudades se representaba esta obra maestra de Zorrilla, costumbre que por
desgracia está desapareciendo en muchos lugares. Nuestro conquistador y
mujeriego por excelencia, que desafía al fantasma de don Gonzalo de Ulloa y es
redimido en su propia muerte por su amada Doña Inés está cayendo en el olvido.
Gran parte de nuestra población más joven no saben quién es Don Juan, pero sí
conocen Haloween y sus terroríficos disfraces.
Halloween tiene su origen en una
festividad celta conocida como Samhain, que deriva de irlandés antiguo y
significa fin del verano. Los antiguos celtas creían que la línea que une a
este mundo con el Otro Mundo se estrechaba con la llegada del Samhain,
permitiendo volver a los espíritus, tanto benévolos como malévolos. Los ancestros familiares eran invitados y
homenajeados mientras que los espíritus dañinos eran alejados. Se cree que el
uso de trajes y máscaras se debe a la necesidad de ahuyentar a los espíritus
malignos y evitar ser dañado. La expansión a otros países se debe
fundamentalmente a Estados Unidos. Se ha creado un despliegue comercial y
publicitario en torno a los disfraces y fiestas en bares. Las películas
norteamericanas con niños disfrazados haciendo travesuras de casa en casa han
cautivado a la juventud, que día a día se suma a esta costumbre porque es más
divertida que la nuestra.
No estoy en contra de adoptar
otras tradiciones, ya que históricamente los pueblos nos hemos enriquecido de
ello. Si lo que observamos en otros países nos parece interesante, beneficioso
o divertido ¿Por qué no tomarlo y hacerlo nuestro? Siempre y cuando ambas
festividades coexistan. Pero eso no está sucediendo. Haloween ha cobrado demasiada importancia, hasta el
punto de que nuestras propias costumbres están siendo olvidadas ¿Qué pueblo deja de lado sus creencias y las
tira sin más al pozo del olvido? ¿Se trata de eliminar cualquier resquicio de
la religión cristiana porque España es un país aconfesional? Nuestro país ha
sido católico durante siglos, para lo bueno y para lo malo. Si un pueblo olvida
sus raíces y su historia también olvidará los errores que por ella se cometieron.
Recordemos, pues, nuestros orígenes, de dónde venimos, para estar seguros de la
dirección que queremos seguir en el curso de la Historia.