jueves, 9 de enero de 2014
Relatos sin tinta: CERRADO POR FALTA DE PERSONAL
Relatos sin tinta: CERRADO POR FALTA DE PERSONAL: Hace unos días escribí este relato para un proyecto que surgió entre varias personas hace más o menos un par de meses. Como me pa...
CERRADO POR FALTA DE PERSONAL
Hace unos días escribí este relato para un proyecto que surgió entre varias personas hace más o menos un par de meses. Como me pasa con frecuencia, la idea original que tengo en mente se convierte en otra, totalmente distinta conforme escribo. El resultado final, que comparto a continuación con todos vosotros, creo que no encaja con ese proyecto común. Lo retomaré más adelante. Por ahora, os dejo este texto. Espero que os guste.
CERRADO POR
FALTA DE PERSONAL
La sucursal ha tenido
que cerrar sus puertas de manera definitiva el 15 de septiembre de 2013 por
falta de personal. Ya solo quedaba la dueña, que no ha podido superar el exceso de volumen de
trabajo. Parece increíble que un único cliente pueda agotar las existencias y
dejarla extenuada. Tantos encargos, tantas entradas y salidas varias veces al
día. Y un altísimo nivel de exigencia. Ya no bastaba con contentar al cliente y
dejarlo satisfecho. De encargada de abrir y cerrar el negocio, la chica ha
pasado también a cocinera, limpiadora, geisha complaciente. Bajo el lema de el cliente siempre lleva la razón, ha
tenido que sonreír sin ganas, trabajar horas extra y renunciar a un aumento de
sueldo, todo por no perder el trabajo.
Un día, hastiada de
abrir el negocio incluso los domingos y festivos, cansada de que su dedicación
al trabajo no solo no sea reconocida sino que fuese además objeto de críticas,
cierra las puertas al término de la jornada laboral. Echa la baraja con sumo
cuidado. Se asegura de que los candados están debidamente puestos y, aunque no
ha dicho nada a nadie, sabe que es la última vez que realizará esta operación
en mucho tiempo.
Al día siguiente, el
fiel parroquiano queda atónito al contemplar la entrada a la sucursal cerrada.
De ningún modo esperaba este fin para su panacea. En la puerta está pegado un
papel: la carta de renuncia. Va dirigida a él.
<<Hoy, 15 de septiembre de 2013, queda clausurado este negocio
hasta nueva orden. La dueña del mismo siempre se ha reservado el derecho de admisión.
Le abrió las puertas sin condiciones y con alegría, y por eso se ha creído
usted amo y señor del lugar. Le escribo para recordarle que solo era un
invitado, sin derecho a imposiciones y mal uso indiscriminado, por lo que le
queda vetada la entrada en el futuro. Si en breve observa que esta sucursal
tiene otra vez las puertas abiertas, absténgase de volver puesto que no será bienvenido, y habrá uno o
varios clientes nuevos haciendo uso de las instalaciones. Su trato poco humano,
su falta de respeto y de interés por otra cosa que no fuera entrar y salir a
cualquier hora del día y utilizar el negocio ninguneando a su verdadera dueña
le han valido la expulsión del paraíso. Téngalo en cuenta si se hace asiduo a
otro local.>>
A lo lejos, la chica
observa cómo él lee la carta una y otra vez. Ella se da media vuelta con una
sonrisa en los labios. Solo hay en el mundo dos juegos de llaves para abrir
esas puertas. Uno lo tiene ella en el bolsillo. El otro yace en el fondo del
mar.
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